
(Entrevista publicada en el Ideal de Granada 12/12/2008, por Paco Espínola)
Juan Carmona Carmona (Juan Habichuela) tiene 76 años y la Parca prendida al cuello en forma de tumor inoperable. Dos cuerdas vocales rotas no le impiden exhibir una gracia de nacimiento que ahora susurra. Desde hace tres años espera lo inevitable y se entretiene hilando recuerdos en la soledad de su pisito en Villaviciosa (Madrid). Mientras, el presente le devuelve pequeños porcentajes de una trayectoria artística de 52 años basados en el talento y la generosidad, que lo han consolidado como gran tocaor de acompañamiento de la historia. Acaban de concederle un Grammy Latino al mejor Álbum de Flamenco de 2007. “El premio es muy especial, porque me lo han dado a esa edad en la que empiezas a estar malillo”, afirma.
El disco, Una guitarra en Granada, homenajea a esa ciudad-Saturno que devora a sus hijos más ilustres. Cuando conoció el irreversible proceso de su enfermedad, Juan Habichuela expresó su deseo de acabar sus días en la ciudad de la Alhambra. “Es mi tierra, donde están enterrados mis padres y de donde es mi familia. Sólo quiero que me paguen un tiempo el alquiler de un piso pequeño; a cambio, dejaré mi legado a la ciudad, porque se va a perder”, le propuso al alcalde popular de Granada, José Torres Hurtado.
Este le respondió con una lacónica bofetada verbal propia de las mayorías absolutas: “Eso me traería problemas con el PSOE”. Sin embargo, el mes pasado, el presidente de la Diputación, el socialista Antonio Martínez Caler, y la diputada de IU, Asunción Pérez Cotarelo, conocieron su situación e iniciaron el proceso legal que permita acogerlo en Granada.
El legado de Juan se apila según el orden impreciso de las emociones y la derrota económica y personal (se separó recientemente). A ese desconcierto del flamenco se enfrentan Pilar Barraca, experta en patrimonio histórico del Ministerio de Cultura, y Cristina Bordás, musicóloga, que catalogan fotos, cartas, premios (centenares), tres guitarras de los prestigiosos luthiers Vicente Arias, Santos Hernández, López Bellido y una del siglo XIX. Y anécdotas. Como cuando formó pareja artística con Fosforito. Con él hizo una gira por “las Américas”, dice Juan. En 1964, en la compañía de Manuela Vargas, convirtieron en española la Feria Mundial de Nueva York. “El senador Edward Kennedy nos invitó a Beni de Cádiz y a mí a su casa de Washington, y cuando llegamos estaban friendo churros en sartenes gigantes. Era lo que más les había alucinado del viaje que hicieron a la Feria de Sevilla”, cuenta. Durante seis meses recorrieron EEUU de costa a costa e invirtieron el resto del año en una gira hasta México por carretera.
Precisamente acompañando a Fosforito, Juan entró en el circuito festivalero andaluz, que empezaba a florecer, y del que fue parte indispensable. Desde entonces, los grandes han querido cantar con él: “Caracol, Mairena, Juanito Varea, Rafael Farina. Y Fosforito, Valderrama, Morente, Camarón, a casi todos, porque he sido guitarrista para cantar, no solista”.
A pesar de tanta maestría, no grabó ningún disco propio hasta 1999 (Juan Habichuela de la Zambra al Duende: “Puse el alma, y todos los demás pusieron el corazón”). Una vez roto el hielo, vino el segundo (Campo del Príncipe, 2002), con temas propios. “No he querido ser solista porque hay que nacer para eso, es muy difícil y hay que estudiar mucho. Y el cante me gusta una barbaridad”.
Juan es el patriarca de una familia de flamencos, entre los que se encuentran su hermano Pepe ‘Habichuela’ y sus hijos Juan y Antonio (Ketama). “Lo primero que hice fue ponerlos a estudiar. He sufrido porque se veía que eran espabilados, pero… Les pregunté: ¿qué carrera os gusta? A mí cantar, a mí la guitarra. Vale, pero estudiad una carrera: Derecho que es lo más fácil. Papá, ¿qué es Derecho? Tú estudia, yo no sé nada, hijo, pero la vida me ha enseñado cosas que no quiero para vosotros. Al final, se han hecho famosos con la música”.